
Sorprendida4.8 (5)
De andar y habla lenta, sorprendida de no ser el centro de la atención, o por lo menos que la consideren especial, mira alrededor con perplejidad. De predisposición débil a los demás parece haber tenido un nacimiento algodonado. Una de esas individuas que especulan con la solución de sus necesidades, que apuran la amabilidad de los otros para solventar aquello que no ha querido prever.
Acostumbrada al regalo de la generosidad ingenua, no comprende a otros cansados de dar sin compensación, de los que buscan una solidaridad recíproca, y que ya se han cansado de oportunismos desaprensivos, de dar siempre, de amabilidades sin reconocimiento. No siempre se compensa con un gracias, en muchas ocasiones se necesita algo más, y hay quien no se percata.
Tal vez una actitud más afable, si no modesta, le hubiera ayudado a conseguir su propósito, pero no cabe en su pensar un rechazo a sus peticiones. Ella tan especial para ella, y tan normal para el resto.
Habla con queja al que la antecede en la cola, de la falta de reconocimiento de su urgencia para poder evitar la espera. Este la escucha sin oír, resignado a su lugar en la espera, ecpático a las pretensiones de ella.
No tarda en aparecer otra persona que queda en la última posición en la fila. Una nueva víctima a la que confesar la injusticia sufrida, que tras un inicial interés queda en modo de escucha pasiva.
De vez en cuando un baño, aunque solo sea una salpicadura, de humildad ayuda a percatarse de que existe un mundo en el que no se es el centro, aunque los hay que ni con un diluvio.
Sigue esperando su turno, como todos, aunque sorprendida de la desconsideración, y aburriendo a los cercanos, que no sienten ninguna afección por este ser quejoso y sus necesidades.