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2 de abril de 2019 0 Por Juan Aguilar
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Qué loco tiempo…

Estaba por escribir sobre el disfrute confiado de jornadas sin nubes, de cálidos días de sol, de un estío adelantado y poco a poco el horizonte se ha ido oscureciendo, con la aparente intención de estropearme el relato.

En realidad mi intención era hablar de esas diminutas partículas que van depositándose en nuestro interior y que provocan dificultad en la respiración, picores en diversas partes, molesto moqueo, lagrimeo incontrolado, ojeras poco estéticas y sonoros estornudos. Sí, es el diminuto polen tan pequeño y tan molesto, por no calificarlo de otra forma. Ahora que el pronóstico de lluvia parece creíble, promete ser un alivio para aquellos que sufren de alergia al polen. Está claro que es la vía de fecundación de muchas plantas que, para salvación de millones de especies, ayudarán a hacer este planeta respirable (no quiero entrar en lo relativo que puede ser este tema).

También es, o por lo menos ha sido, que ya me queda lejos, ayuda de padres en la explicación del “milagro” de la procreación a sus curiosos e influenciables hijos, con la ayuda de abejas mamporreras (que cada vez quedan menos, ya veremos quién hará su trabajo en el futuro).

Pero esta vez donde quiero poner el acento es en aquellos que sufren este malestar, que en estos momentos no deben estar para pensar en el futuro de la especie o en explicaciones mágicas, sino en su situación. Es cierto que el achaque tiene frecuencia anual, pero este ha sido muy tempranero y tiene visos de alargarse bastante.

Hay que ser de hielo para no solidarizarse en silencio con mi peluquero en su angustia, intentando no sorberse los mocos mientras observo a través del espejo su mirada triste y torturada. O del charcutero estremeciéndose ante un estornudo inminente sobre el embutido cortado, con la clientela observándolo. Y la funcionaria del ayuntamiento rascándose con la lengua el paladar y casi confundiendo un formulario con un pañuelo de un solo uso (no he querido reflejar la marca, que no promocionan este artículo).

Es por todo esto por lo que la intención irónica inicial de hablar del buen tiempo se ha trastocado en un ejercicio de empatía hacia todas estas personas que, en silencio unas veces, sonoramente otras, sufren esta tortura. Espero que las nubes que nos están techando alivien su malestar.

¡Salud!

#relatosdecocina