
Respirando el mar5 (6)
Sentado, respirando el mar, con la caña al lado y la mente lejos, abandonado en sus pensamientos. La pequeña boya, indecisa, imprime un lento y magnético vaivén al sedal, que le empuja suave a su interior. Se deja perder en la maraña placentera de ideas, recuerdos y sensaciones.
La tarde cae lenta, en un largo resplandor candente, salpicado de vivaces reflejos y alargadas sombras, resistiéndose a sucumbir. La vista perdida y el cuerpo expectante a la tensión que anuncie una captura que sumar. La espalda doblada por la carga de errores y el ánimo tranquilo por algunos aciertos que compensan los remordimientos. Las experiencias aplastadas en el tiempo por el peso del olvido, o enquistadas en alguna emoción.
El frescor violento del agua en sus pies le arroja fuera de su íntimo recorrido, fijando su atención en unas piernas que le cuesta reconocer, con la piel tatuada por el tiempo, enredadas por las cuerdas de una larga existencia. Reflejando el recorrido de una vida unas veces tranquila, las menos, y otras agitada, con placeres y sinsabores, arrepentimientos y sonrisas.
Asimilada la frialdad del mar, otra más, centra sus pensamientos en la tanza que sortea vacilante el pequeño oleaje, empujado por una marea que va cubriendo la crónica de su existencia, dejando pequeños hitos culebreando inquietos en el balde de la memoria, sabiendo que ahí terminan su recorrido para pasar a formar parte del poso de recuerdos que le acompañan.
El reflejo de la silueta casi se confunde entre la orilla y el fondo, empujada por la resaca, respirando el mar. Surgen las luces de la avenida, cobrando vida la incandescencia, dejando entrar el silencio acompañado del arrullo repetido rasgando la orilla. Ayudando a vestir algunas vergüenzas e incitando a cumplir el requisito inapelable de borrar un número en el calendario de la existencia, con saladas lágrimas de gratitud y esperanza. Preparando el ánimo para enfrentar otra mañana con un incierto amanecer.