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¡Qué me los quitan!
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11 de junio de 2019 2 Por Juan Aguilar
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Hay que echarle morro”

Superando los edificios que rodean la plaza, el sol entra iluminando unos toldos que protegen de su ímpetu a varios libreros que extienden, laboriosamente, su mercancía para atraer a los visitantes de la feria. Es tiempo de lectura o por lo menos de compra de libros.

Se acerca la hora de la inauguración y las cajas no perecen tener fondo. Según se colocan los libros sobre las mesas de exposición surgen nuevos huecos donde poder colocar otros, como un nuevo Sisifo, los libreros asumen su “castigo” rellenando los nuevos vacíos.

Contemplo la escena con empatía, después de haber ofrecido ayuda y ser amablemente rechazada. Soy consciente de que podría ser más una carga, no conozco el arte de la venta de libros, tan solo soy uno de los que nutren la oferta, un simple escritor. Título, cargo o empleo al que me acerco con reserva. Cuando otro escritor, ya consagrado, me presenta así me llena de orgullo y desasosiego. Tan solo tengo un libro publicado (algún que otro más escrito pero inédito) y las dudas sobre esa palabra, aunque pienso que ser escritor, a parte de la obra, es una actitud. De momento me sirve.

Volviendo a la escena, aquí estoy, he venido a firmar ejemplares de mi libro invitado por una librería, sin presentaciones, a tumba abierta, “a schuss”, como se decía en esquí, sin protecciones, tan solo una pequeña mesita en un lateral con un cartel con mi nombre y varios ejemplares. Mi primera experiencia como “protagonista” en una feria de libros. Ya no son dudas, sino algo parecido al vértigo.

Tal vez exagero un poco, hay que darle un toque de dramatismo, pero la sensación de enfrentarte al público como un vendedor ambulante es extraña. Porque nadie va a venir a verme por mi fama, tendré que venderme yo mismo. Le doy vueltas y animado por un “hay que echarle morro”, consejo de la más breada librera, pienso en cómo puedo entrar a la concurrencia que empieza a deambular curiosa entre las casetas.

Tras un rato perdido se me ha ocurrido intentar por la cocina, al fin y al cabo el libro se llama Relatos de cocina y va de eso. Armándome de valor asalto a una joven que ha tenido la audacia de mirar mi portada y surge una pregunta: ¿Cocinas? Y una respuesta: sí, e inmediatamente se me ocurren otras preguntas y opto por ser algo gracioso: ¿Y no se te ocurren cosas mientras cocinas? Ante la perplejidad de la interlocutora me lanzo con un: Pues a mi sí y he tenido la osadía de trasladarlas a este libro. Una vez roto el hielo todo es más fácil. Sonrisas, atención y un esperanzador: luego me paso. Así transcurre la mañana, con variantes dependiendo de los posibles interlocutores, algunas de las veces con éxito y la mayoría se queda en simples pero agradables conversaciones, algunas tan solo de cocina, que tampoco me importa, todo lo contrario.

Vuelvo al coche convencido en que el resultado ha sido bueno, ya me conoce más gente y algunos han comprado el libro. Me voy satisfecho, la librera parece que también. Por cierto, la joven volvió y compró el libro.

#relatosdecocina