
¡Qué mal me siento!0 (0)
Mal de muchos… ¡epidemia!
Me despierto con los parpados en semihuelga, no parecen dispuestos a abrirse del todo. Una sensación de cansancio me invade. Un malestar sin localización definida me cubre como una piel indeseada. No me apetece salir del calor de la cama, fuera hay un mundo activo para el que no estoy preparado. No paso calor, no hay fiebre, es “solo” un catarro. Un acceso de tos confirma mi diagnóstico.
Retiro la sábana, edredón y alguna manta. Me incorporo con más voluntad que ganas. Me enfundo en mi horrible, pero caliente, bata. Y me dirijo llevado por la intuición hasta el baño. No hay motivación para los ejercicios matinales, me eximo de ellos. El agua caliente alivia un poco, pero otro acceso de tos me arrebata el momento de bienestar.
Cubrirme con la amplia toalla es todo un esfuerzo, pero el sentirme arropado alivia la sensación de incapacidad. Desde hace poco tiempo llevo barba, por lo que me ahorro la hoy peligrosa tarea de manejar cuchillas. Me visto y me dispongo a enfrentar el día empezando por el desayuno. No me sabe a nada, ni siquiera el té earl grey con aroma de bergamota… ¡Qué mal me siento!
Tomo posición delante del ordenador que no termino de ver con claridad. Me froto los ojos (ya sé que no se debe hacer pero no lo puedo evitar) con la intención de superar la posición de duelo que permanece en los párpados. Nada, algo más enfocada la visión, pero siguen a media asta.
Empiezo aletargado la revisión de correos diaria, borro muchos, los que precisan contestación los dejo para más tarde, con la esperanza de restablecer la capacidad de discurrir.
Avanza la mañana despacio, me descubro a veces parado, mirando la pantalla sin ver. Hago el esfuerzo de retomar la rutina, y me concentro con la primera respuesta. Escribo el saludo de cortesía, que compruebo, la formula la conozco, pero el nombre del destinatario varía y mi seguridad la percibo limitada. No estoy en condiciones de desarrollar un relato nuevo y caigo en la debilidad de buscar otro correo enviado y copiar la respuesta, que también reviso, cambiando el tratamiento por el de “respeto”.
Poco a poco, entre sonoros accesos de tos, voy avanzando. La mañana cunde poco y yo rindo menos. La bruma que envuelve la cabeza no termina de escampar, el cuerpo encogido por un frío inexistente y los párpados a medio camino. Pospongo una gestión en la calle, que pocas ganas de salir.
Con esta estampa llega la hora de comer. Cocinar se me antoja una tarea insidiosa y colosal, por lo que me inclino a rebuscar en el congelador algo ya elaborado, que solo necesite calentar.
De nuevo me ha parecido todo desaborido y difícil de tragar. Me convenzo que lo mejor es echarme un rato, tapado con manta. Un ataque de tos húmeda e insistente me corrobora la decisión.
Lo que solo iba a ser un ratito se ha convertido en horas y no me ha aliviado nada. Ahí siguen los virus, jugando en mi cuerpo. Me empujo a levantarme con muy poca certeza, pero lo consigo. Me enfrento de nuevo a la pantalla y con menos acierto que fortuna, termino lo que quedaba pendiente.
Lo he pensado bien, ha costado pero lo tengo claro, voy a volver a la cama, es lo más sensato del día. Toso de nuevo ¡vaya asco!
¡Qué mal me siento!
Jaaaajaaa, se como te sientes y lo malo que los médicos no te recetan nada y nosotros no queremos tomarlo, mi Juan prepara un mejunge con limón y miel, muy rico que alivia bastante, te animo a probarlo
FELIZ DÍA
Rosa
Gracias, yo pruebo algo igual y funciona! Bueno, algo…