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Puntos, rayas, comas y demás puñetas
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6 de noviembre de 2018 0 Por Juan Aguilar
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De cómo complica tanta norma

Como costumbre, cuando escribo, intento seguir las reglas gramaticales como están establecidas. Me imagino que por personas sesudas que saben de esto. Procurar no tener faltas de ortografía (¡Horror! ¿Qué dirán?) aunque para esto ayuda bastante el corrector del editor de texto. Conjugar bien los verbos, aquí ya no tanto, porque un verbo puede estar en presente o pasado y solo se distingue por un acento, esos graciosos rabillos que parecen expulsados de algunos canales de comunicación. Menos mal que en español solo tenemos uno, bueno, y su primo el exiliado, sí, el que va suelto, arriba, el apóstrofo, (que no apóstrofe, que eso es otra cosa) que solo mencionarlo impone. ¡Ah! Y las gemelas, esas que se le queda a uno cara de idiota cuando las representa con gestos.

Luego están los porque, porqué, por que y por qué. Que sí, que el acento va cuando hay símbolos de interrogación y exclamación, aunque no siempre, el tema es cuando se ponen juntos o separados. No voy a ser yo quien de una clase, que para eso está la RAE y un montón de esforzados auxiliadores en Internet (que no sé porqué tiene que ir en mayúscula) A lo que voy es que si no estoy “enralado” (ahí están las gemelas), cuando llego a uno de esos “porques”, me freno. Ya sé, debería seguir y luego corregir, pero hay veces que no lo puedo evitar.

Luego el tema de los puntos, las comas, los puntos y comas (empezamos a revolvernos), los dos puntos (seguimos), el aparte, los suspensivos, los paréntesis, los corchetes (que nunca he usado, necesitaré más rodaje, supongo) No es que tenga una dificultad extrema, pero dependiendo de donde los pongas, la que puedes liar, hasta alguno le puede faltar el aire para terminar la frase. Puedes dar agilidad a un texto, o contundencia, o suavidad, usando unos u otros. Incluso colocarlos como te de la gana. Que se lo digan a Saramago, Don José, cómo se juega con la puntuación (p.e. Todos los nombres). O a Samuel Beckett, en Como es, en el que se “olvidó” de la puntuación. Otro ejemplo es Jerzy Andrzejewski con la novela Las puertas del Paraíso, donde solo hay dos frases, la segunda aparece al final con una sola línea, y el libro tiene unas 180 páginas. También es Roberto Vivero, que en su libro Seducciones hay un solo párrafo de más de 170 páginas, ¡y ni un solo punto, de los de aparte!

A mi me encanta la coma, da mucho juego, te deja ir rápido, saltar, explicar, y al mismo tiempo respirar, es muy maja.

Así podría hablar de muchas más reglas, pero hay una que realmente tengo atragantada, la de los guiones en los diálogos, que encima no se llaman guiones, sino rayas, y, además, son más largas, que no sirve la tecla del guión ―perdón, guion, que ahora no se acentúa― del medio (he aquí un ejemplo de mi pasión por las comas). Como he dicho antes, no voy a hablar de la regla, pero tiene tela.

Para abrir conversación, sin problema, pero para cerrar… Y si no se lo habían planteado, aquí va la definición de la RAE:

RAYA. 1. Signo de puntuación representado por un trazo horizontal (—) de mayor longitud que el correspondiente al guion (-), con el cual no debe confundirse. Cuando se usan dos rayas (una de apertura y otra de cierre) para introducir un inciso dentro de un período más extenso, estas se escriben pegadas a la primera y a la última palabra del período que enmarcan, y separadas por un espacio de la palabra o signo que las precede o las sigue; pero si lo que sigue a la raya de cierre es otro signo de puntuación, no se deja espacio entre ambos.”

Y la explicación en la Wikipedia (sí, ya sé, pero al final todos caemos):

En un texto dialogado también se usa para señalar comentarios del narrador. En este caso, si el comentario del narrador no es seguido inmediatamente por la intervención de ese mismo personaje, no ha de colocarse una raya al final. Si el discurso hablado continúa tras la acotación, el signo de puntuación correspondiente se debe escribir tras la raya de cierre del comentario, ya sea un signo de puntuación perteneciente al diálogo o un punto del inciso del narrador. Si el comentario se introduce con un verbo de habla, este comienza por minúscula; en cualquier otro caso, la intervención del personaje ha de terminar en punto y el comentario ha de comenzar por mayúscula.”

Pues eso, lo dicho.