
Pereza4.8 (8)
Esta mañana me levanté lleno de planes, ahora trato de calmar tanto ímpetu descansando en la pereza del sofá. No sé donde puede estar el origen de esta acidia, tal vez en la oscuridad que se ha adueñado tan pronto de esta tarde húmeda. O en la digestión de una comida extensa, o incluso en el cariñoso y suave tacto de la mantita, a la que cuesta traicionar. A saber, lo que sí tengo por cierto es que me he quedado apalancado en este sucedáneo de piltra, hipnotizado por las luces del televisor sin ruido, roncando despierto y soñando en silencio.
Noto como el tiempo se derrama entre los cojines, pero la sola idea de poner remedio me sumerge en un estado de debilidad. Pienso en tantas cosas pendientes, actividades que hacer, gente con la que estar, y me entecan (no sé si la palabra se puede conjugar, pero me da mucha pereza averiguarlo).
Hay veces que sin motivo aparente no me apetece hacer nada, hay quien dice que es una pérdida de tiempo, o incluso un pecado capital. Sobre esto último no voy a comentar, no vaya a ser que me de la risa, y eso ya es un esfuerzo. Sobre lo otro sí, y quiero dejar claro que me indigna (poco, que cansa) el hecho de presuponer que se debe “aprovechar”. Que hay mucho que hacer, mucho que conocer, que vivir. Que no digo que no, pero dosificado. Que al final es una sucesión de carreras, prisas, de tragar experiencias sin asimilar (solo imaginarlo ya me agota).
Además, rara vez son ideas originales y te encuentras con masas de gente con las mismas intenciones, atascados en la carretera o haciendo cola para comer una croqueta. ¿Y eso no es perder el tiempo? Bueno, pues lo voy a perder como quiera, que para eso todo el que tengo es mío.
Sí, somos bípedos y se nos supone estar de pie, pero que bien se está tumbado, y con la mantita.