
Orígenes4.6 (5)
Muchas veces damos importancia a nuestros orígenes, pero tal vez sea más trascendente ser conscientes de donde estamos. Y, si acaso, recordar cómo hemos llegado, la de tropiezos dados, las alegrías, los aciertos. Lo larga que se ha hecho la andadura unas veces y otras como ha volado el tiempo, pero más por aquello de la memoria, que por anclarse en pasados que nos impidan arraigarnos.
Empezar nuevas vidas, con nuevas relaciones, en lugares no siempre amigables, perdiendo comodidades y raíces. Otras veces deseando beber nuevas experiencias, conocer gentes, sus costumbres, sus paisajes, aprendiendo a compartir legados.
En ocasiones, muchas, nos servimos de nuestros orígenes, creyendo que son mejores, para diferenciarnos de otras gentes por rasgos, colores, creencias o vestimentas, cuando aparecen en nuestro entorno. Nos enrocamos en nuestras tradiciones, valores, creencias, heredadas para crea barreras. Y curiosamente nos encanta visitar los suyos, sin percatarnos que tal vez piensen lo mismo. Tendemos a medir el resto con el patrón de nuestra procedencia.
Evocamos el lugar que nos vio llegar, a los que nos rodeaban, donde empezamos a ver, a sentir, a sufrir. Y creemos que siguen estando como están en nuestra memoria, como imágenes sin tiempo, sin un argumento que las hilvane, como si pasáramos las hojas de un álbum de fotos.
Y estas sensaciones, pensamientos y añoranzas nos impiden terminar de arraigarnos donde estamos, soñando con pasados sin ser conscientes del presente. Nos aferramos al recuerdo de aquellos orígenes, y sin embargo tan solo son una sublimación de un borroso pasado que ya no es.