
Nubes5 (8)
Aparecen las nubes por la lejanía y van llegando sin pausa. Algunas vienen osadas, mostrando desde lejos su carácter, ocupando todo el horizonte. Otras más tímidas, por los lados, rezagándose, a remolque de las otras, arrastrando su vergüenza, sin terminar de decidirse.
El viento no las acompaña, para la tarde estarán aquí, la esperaré en mi balcón, no tengo mejor distracción, tan solo dejar pasar el tiempo y mirar sin ver.
Veo la calle con poca gente, ajena a lo que está por venir. Un perro tirando de la correa buscando donde aliviar, en el otro extremo su amo, con la sensación de ser observado desde las ventanas. Enfrente una silueta sin definir, con la mascarilla puesta y la mirada de sospecha, se apresura en alejarse de la pareja.
El cielo se va algodonando en gris, cicatrices doradas escapan abarcando la vista, con estruendo cada vez menos retardado. Un aire repentino desnuda a algunos árboles que, con envidia y tristeza, miran hacia los perennes, que cimbrean sujetando sus prendas.
Sentado, con un combinado de alcohol, refresco y desidia, siento aparecer las primeras gotas, gordas, pesadas, agoreras, acompañadas de algunas saltarinas piedras blancas. Hasta el último despistado corre a refugio.
En poco el moteado de la calle se uniforma, formando regatos que aumentan a torrentes, abarcando el pavimento y saturando albañales. Las nubes no perecen tener prisa, nadie las empuja y se regodean.
Entre la cortina de agua, al fondo, se abre una línea de luz, declarando la proximidad del fin. La abertura se crece empujando las nubes y mostrando el azul. La tormenta pasa dejando los restos impresos en fachadas, calles y coches. Algunos viandantes vuelven a sus andadas, con sus perros, sus mascarillas, sus miradas torvas.
Yo sigo sentado, algo mojado, abismado en mí. La copa se va acabando mientras sujeto algunos recuerdos tratando que no se pierdan por el sumidero del olvido.