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Modas, esnobismos e incoherencias
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7 de mayo de 2019 0 Por Juan Aguilar
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Neologismos que no cambian las esencias

Es curioso que en plena sofisticación de gustos y placeres gastronómicos todavía haya multitudes que frecuentan esos locales sin gracia donde todo está medido para inducir a la venta y reducir en costes, incluidas las condiciones de sus empleados. Sin ánimo de polemizar sobre estos últimos, de antemano me defino contrario, entre otras cosas porque no me gusta lo estandarizado, el autoservicio y la cola para pagar por adelantado. Ofertas importadas que cambian las costumbres de la sociedad y varían las prioridades del autóctono en detrimento de los establecimientos clásicos, que, paradójicamente, son los más buscados por los visitantes.

Dejemos aparte estas apreciaciones sobre los Burgers, que como innovación añaden otro queso o sirven en las mesas (dónde iremos a parar) kebabs, con sus carnes de dudosa procedencia. Y las pizzerías de ventanilla, con esos triángulos de una masa cubierta con algo impreciso. De lo que quiero hablar es de los neologismos que cada vez son más habituales en las propuestas de ocio. Gastrobar, barista, abats, veggie friendly son términos, entre otros, que cada vez están más inmersos en el lenguaje común. Aunque algunos vienen de atrás pero resurgen como recientes (bar de tapas, el que hace el café, menudillos o casquería, veggie… bueno, este no)

Esta bien reinventarse, innovar, fusionar e imaginar pero no creo que sea necesario renombrar actividades que “simplemente” se han sofisticado, porque estos nuevos nombres llevan a engaño, no por los que realmente desarrollan su creatividad e imaginación, sino por aquellos que se apuntan al carro y te ponen una banderilla sustituyendo la cebollita por una berenjena de Almagro, con todos mis respetos por la ciudad y la hortaliza. O te sirven un café de máquina, como los de siempre, y le añaden unas gotas de Jägermeister (a ver si me pagan la publicidad) u otra porquería (así no creo). O tratan de disimular unos callos con otras denominaciones, que este plato no necesita otro nombre.

Con los take away, los “comida para llevar” de toda la vida, no me meto, que de vez en cuando librar de la cocina está bien, sobre todo al que no le guste, pero que sea comida. No esas ensaladas precintadas con pinta anoréxica. O esos mejunjes con cosas misteriosas flotando.

Concluyendo, un pincho es un pincho y un café, un café (esto suena ¿verdad?) no creo que haga falta llamarlo de otra forma.

#relatosdecocina