Luna llena4.8 (4)

Luna llena
4.8 (4)

1 de diciembre de 2020 0 Por Juan Aguilar
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Despierta la luna, hoy llena, dispersando la oscuridad más allá de las luces de la ciudad. Siente el cuerpo despabilarse, tras casi un mes adormecido. Cada cuatro semanas un estremecimiento recorre su cuerpo, que le impulsa a calmar la necesidad creciente de un deseo que se abre paso desde lo más interior de sí, salvaje, indómito, carnal.

Recorre su cuerpo sintiendo la transformación que provoca la necesidad de rasgar las paredes del capullo de la rutina, de una ocupación repetida, aburrida, alienante. Quitarse el disfraz de la formalidad y salir, bizarra y desenfrenada, a calmar el deseo irrefrenable que aparece con la luna llena.

Nota el pelo crecido en las zonas de siempre, las conoce muy bien, casi no recuerda cuando empezó esta sensación imposible de doblegar. Empieza el protocolo de la depilación, solo será una noche, y recurre a la maquinilla. Se embadurna las piernas con gel, notando la aspereza del vello ya crecido. Se rasura despacio, hastiada, con rencor al perseverante pelo. Acaricia placenteramente el resultado erizándole la nuca. Sigue, con más cuidado, el mismo procedimiento con las axilas.

No mucho tiempo atrás consiguió abolir el de los brazos, el bozo y un molesto principio de patillas, con unas cuantas sesiones de láser. Una diminuta capa de pelusa cubre el resto del cuerpo, que lejos de molestar resulta atractiva, sobre todo cuando brilla bajo el efecto de alguna luz amiga.

Termina la ceremonia coloreando los sentidos, enfundándose en otra dermis, deslizando las medias sin estorbos, observándose, ajustando falda, blusa y cazadora. Elevándose unos centímetros tensando los gemelos. Sabe que acabará sin ropa, pero es parte del ritual y disimula sus intenciones, o no. ¡Lista! Se dice, y sale a la calle, en busca de su pieza. El satélite está en su trayectoria. Tiene tiempo.

Le gusta cazar a solas, merodeando bares, en busca de su víctima. Un rato después, con la luna llena casi en su cenit, el nerviosismo hace mella y ayuda a bajar el listón de las preferencias. Por fin encuentra a alguien que puede servir.

Tras un corto devaneo le convence, no es difícil, el atractivo de la metamorfosis es muy seductor. Van a un hotel, rechaza lugares afines, no puede dejar rastro, ni huellas, ni siquiera recuerdos.

Después de satisfacer su necesidad lúbrica se viste y desaparece. La luna llena casi a desparecido, dando paso a los remordimientos, que le acompañarán por unas semanas, hasta el siguiente plenilunio.

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