
La diva5 (7)
Recorre las reuniones la diva con cierto desdén, y una arrogancia mal llevada, para hacerse la interesante. Detrás de esa fachada de vacilante engreimiento tan solo hay una temerosa e insegura persona necesitada de cariño, pero que no sabe encontrarlo.
Por donde pasa va construyendo telarañas para capturar algún incauto al que contarle que un día fue famosa, que hasta ganó un concurso de Miss. Los hilos son tan toscos que se vislumbran hasta en la oscuridad de la noche, siendo sorteados por casi todos.
Pero de vez en cuando alguien despistado se enreda en la tela y ella se acerca hopeando, con el cuerpo envuelto en un armazón de tela para disimular las entrañas apelotonadas, cansadas de sujetarse, y el culo ya entregado a la gravedad.
Su conversación es una patética perorata sobre si misma, apoyada por una exposición interminable de fotos retocadas y de referencias a un pasado que no existió como ella lo cuenta.
No tuvo una vida difícil, ni fácil, tan solo normal, pero era demasiado bajita para resaltar, y eso, en aquellas reuniones de jóvenes, le hacía sentirse boqueando como pez fuera del agua. Y por muy arropada que estuvo en familia, sentía la fría soledad que le envolvía cada vez que la dejaban atrás. Fueron muchas las ilusiones agostadas, y pocos los amores que pudo disfrutar, los que la llevaron a tratar de brillar en un parque lleno de luces, pero era una competición perdida por una actitud equivocada.
Tal vez tras una historia sin deslumbres no tuvo opción de encontrar su luz, y empezó a crear la diva que sigue tratando de convencer que fue.
Y un verano más recorre fiestas y reuniones en busca de esa persona a la que contar sus logros tras su coraza, en lugar de transparentar su ternura.