La cita4.8 (5)
Había pospuesto la cita por motivos fundados, pero que podían haber parecido excusas, y no quería que esa fuera la impresión. Creí que era un compromiso para ella, y que se sentía aliviada cada vez que la suspendía. Sin embargo su insistencia en vernos me hizo ver el error en el que estaba, o eso me pareció.
La chica me gustaba, pero no quería hacerme demasiadas ilusiones. No hace mucho sufrí una ruptura y no me encontraba muy preparado para iniciar otra relación. Esto no quitaba para que me gustara, y mucho. Y estaba deseando que llegará el día.
Desde la mañana me sentía inquieto, especulando qué rumbo tomaría la cita. Incluso, todo hay que decirlo, sobre cómo terminaría. Era una de esas chicas que llaman la atención, no solo por su físico, que sin ser extraordinario, era atractivo, sino por su carácter simpático y su agudeza mental. Según se acercaba la tarde más nervioso me encontraba
Los nervios me producen ansiedad, y con frecuencia la calmo comiendo. Hice un esfuerzo por no atosigar a la nevera, que me costó. Para tratar de pensar en otras cosas intenté ver la tele, navegar por internet, pero constantemente me asaltaban recuerdos de momentos con ella, todos muy puros, aunque creía ver insinuaciones en alguno de los comentarios o gestos. Al final opté por leer, aunque repetía muchas veces algunos párrafos.
Pude llegar a la cita disimulando la expectativa. Ella estaba soberbia, yo no lo tengo claro. Después de tomarnos una cerveza, que noté se me subía, propuso picar algo en el mismo lugar, yo acepté, estaba totalmente embelesado.
No recuerdo bien de qué conversamos, creo recordar que era bastante banal. Hasta que de repente me hizo salir de mi estúpida nube con una pregunta:
– ¿Sabes si tu amigo Javier tiene pareja?
¡Había quedado conmigo para poder entrarle a Javi! ¡Qué cabrona! Contesté sin mostrar mi decepción con un sólido: No.
Y ahora estoy sentado en un banco, fustigándome por haber sido tan ilusamente estúpido… y por no haber contestado que sí.
