
Karma4.8 (6)
El karma planeaba sobre él esperando el momento propicio para compensar sus actos. Ya desde pequeño fue proclive al mal. Inclinación tal vez definida por su apariencia poco favorecida. Aunaba todos los elementos preferidos como blanco del desprecio y burla del resto de los niños. Alto para su edad y desmadejado de herencia. Cabeza redonda, flequillo torpe, sonrisa embobada a cámara. Ojos estrábicos, orejas extendidas, nariz roma y húmeda y un pelo negro indómito que coronaba un cuerpo esmirriado, con andar desequilibrado y vestido sin gracia.
Hizo de su paso por la desafortunada infancia y, posteriormente, de una más desgraciada adolescencia, un camino hacia la venganza sobre aquellos que no podían, o sabían, defenderse de sus actos. Con un dharma orientado a resarcirse del odio a sus verdugos, ocupó su tiempo victimando pequeños animales que se cruzaban en la senda de su maldad. Disfrutaba alicortando a desdichadas moscas, inundando hormigueros, para luego perseguir con una lupa a sus inquilinos. Acosando a las mascotas de sus vecinos, como aquel cachorro de perro que terminó sin pelo después de probar la furia del chorro de un aerosol encendido, así como la instigación con petardos a gatos distraídos, o buscando el deleite de escuchar el crepitar de las hojas tiernas de un arbusto, después de prenderlo, y más crueles hechos que le provocaban un placer extraño, pero persistente, que ya no pudo encontrar en otro tipo de relaciones. Su crueldad y audacia crecieron tanto con los años, como lo fue el distanciamiento del resto de los seres vivos.
Esta rechazable carrera terminó con el pitido del karma en forma de tren, al que trataba de cambiar su curso disfrutando anticipadamente de las consecuencias, y las posteriores sirenas de aquellos que trataban de recuperar su cabeza emancipada de ese cuerpo tan desfavorecido.