Inesperado4.8 (4)

Inesperado
4.8 (4)

1 de febrero de 2022 0 Por Juan Aguilar
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Remoloneaba entre las sábanas agotado y satisfecho por un encuentro inesperado. Un mortecino haz de luz entraba por la ventana entreabierta, como sus ojos. En la calle el ronquido de un autobús, arrastrando rutinas sobre sus ruedas, alejaba a su ocasional compañía.

Del puerto llegaban el olor del mar recientemente batido y las ansiadas sirenas anunciando la vuelta de los barcos, convocando a jubilados y asentadores, a la lonja. Unos para descargar y preparar las subastas, otros tan solo para mirar y ocupar su largo tiempo libre. Ecos de nostalgia para viudas del mar.

El ambiente quedaba envuelto de sonidos cotidianos, familiares, seculares. Se respiraba paz, tan solo rota por algún ruido disonante: el cerrar iracundo de una puerta, el chirrido atormentado de un cierre metálico o el golpear rítmico de un martillo sobre el yunque. Algún vehículo con el motor ronco rasgaba la intemporal tranquilidad del puerto de una pequeña ciudad.

Había pensado en mudarse a un lugar más tranquilo, pero la atracción que le producía la salobre atmósfera y la pereza de trasladarse le habían llevado a aplazar muchas veces la decisión. Se convencía con pretextos peregrinos, la cercanía del trabajo, el contacto con los marinos… Por otro lado el viejo edificio sufría por las consecuencias de aquello que a él le atraía, arrastraba años y la sal se había adueñado de su osamenta. Sabía que estaba retrasando demasiado su partida, pero la querencia era mayor. De momento seguiría un buen rato en ese estado de somnolencia, más tarde pensaría en ello.

Abrió los ojos aterrorizado y supo que iba a ser su último despertar cuando oyó aquel espantoso crujir seguido del inesperado estruendo provocado por el viejo tejado colapsando. La vida se le fue entre el ulular de las ambulancias y el peso del techo. En el muelle los pescadores descargaban, inalterables, sus capturas, mientras los viejos recordaban , melancólicos, tiempos pasados.

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