
Ilusiones y frustraciones0 (0)
Unos ganan, otros pierden, tiempo de justificación.
Y se votó. Por fin ya se conocen los resultados de esta prolongada campaña electoral. Se supone que solo dura quince días, pero con la sensación de llevar una eternidad en la contienda, por esa fase llamada preelectoral, que ha sido larga y bronca.
Un bando invocando la lucha contra los cuatro jinetes del apocalipsis, el contrario en modo no meterse en jardines, incluso alguno estrenando una nueva faceta, que por moderada resultaba irreconocible.
Cada partido interpretará los resultados a su manera, con sus rebuscadas explicaciones, pretendiendo salir lo mejor posible, magnificando una victoria o matizando una derrota, que para eso desarrollan un arte sin parangón. Pero hay un dato al que todos se agarran: la participación, aunque algunos desearían que unos cuantos se hubieran quedado en casa.
Ahora vendrán los devaneos para ver con quien se forma gobierno, para gran alborozo de los mentideros de la post-contienda. Se ocuparán tiempo de televisión, páginas de prensa y horas en bares especulando sobre con quién se debería pactar y con quién no. De lo que han dicho unos y lo que han callado otros. De que este es más fiable que ese. Que debían haber puesto el foco en otros temas, que no deberían haberse metido en tal jardín, etc. Es una maravilla ver como se le puede sacar tanto jugo a un tema. Que aquí cada uno lleva un director de campaña ¡Qué llevamos muchas elecciones a cuestas!
Hay un tema que no sé si alguien podrá solucionar, la polarización de la sociedad. Se nos ha mantenido en una tensión tan prolongada, que se han marcado las diferencias entre los ideales e intereses de cada uno, llegando al encono personal, y a ver quién aborda ahora el cierre de esta brecha. Que parece que unos son más españoles que otros, pues siento amargar a algunos, pero todos lo somos por igual.
Ahora pasará la resaca, que será más bien corta, de las celebraciones unos, de lamerse las heridas otros, porque como decía el popular conejo: “No se vayan amigos, que aun hay más.”
La pena que me queda, no ahora, sino desde hace tiempo, desde que la política se dedicó a los insultos, injurias, descalificaciones y demás, es que que ese “mal hacer” se le ha pegado a la población, Ya no se puede hablar de lo que uno quiere o piensa sobre un partido u otro, sobre un programa u otro, sin tener “miedo” de abrir una disputa o ser juzgado por lo que piensa. Ya en las familias, en los grupos de amigos y en el trabajo, se teme expresar la opinión. Y eso no ocurría hace años, antes de que la política y los políticos se conviertieran en un circo más que en una necesidad para dirigir, ayudar y proveer un país con medidas, programas y explicaciones, en lugar de entrar al trapo de las descalificaciones del adversario. UNA PENA
Toda la razón. Es una pena que la política se haya convertido en una lucha de bloques, que no se pueda debatir y contrastar sin llegar al enfrentamiento y el encasillado.