
Hora bruja4.1 (7)
Se acerca la hora bruja, cuando, por un momento, se callan los ruidos y de puntillas se entra en otro día, habrá quien con la expectación de uno nuevo, para otros desazón que deja lo inacabado.
Rara vez llego con la intención de traspasarla, y cuando lo hago vacilo entre seguir o retirarme. Hoy o mañana según se vea, es una de esas ocasiones en las que, sin demasiado esfuerzo, me quedo.
Tan solo se escucha el teclear de mi máquina y, de vez en cuando, el tintineo de unos hielos que enfrían ese whisky que me acompaña en mi soledad, viudo de cariños, tan solo conmigo.
Es uno de esos momentos en los que se puede mirar atrás sin interrupciones, viendo los cambios que han sucedido desde hace tiempo, aunque tan solo sea desde el día anterior, sin juicios ni reproches, simplemente dejándolos pasar para hacer compañía.
Es un tiempo en el que es fácil perderse y divagar, también el de castigarse con los errores, pero trato de no caer en ello. En esa especie de recuento de sucesos me visitan algunos muy agradables, de progreso personal, de metas alcanzadas, de encuentros disfrutados y relaciones de amistad asentadas.
Sin embargo también vienen al encuentro algunos momentos desagradables, de los que procuro alejarme, no por huir de ellos sino por que ya están pasados, y los que no ya se afrontarán con la claridad del día. También alguno agridulce, una relación íntima trocada en amistad.
Es tiempo para recomponer vínculos, no sin esfuerzo, porque uno se pierde en lo que se debe y lo que no. Aún así notando ya la orfandad de la ausencia, estoy convencido que el sacrificio merecerá la pena, porque es muy querido y agradable lo que puede permanecer. Y siempre quedará el refugio de la memoria de los muchos e intensos momentos compartidos, que empezaron como un juego para terminar enraizándose en los sentimientos.
Ya ha pasado esa hora bruja, es momento de rellenar el vaso, recordar y soñar.
Nos faltan más horas brujas y nos sobran impulsos artificiales
¡Muy cierto!