
Esperas5 (9)
Su vida se perdía en una secuencia de esperas. Esperaba para el autobús, para tomar el café, para entrar en el cine, para pagar en la caja... Y entre todas esas esperas, la más larga, la que se eternizaba sin ver el final, esa que le traería una vida mejor. No hacía mucho por ayudar a acortarla, tan solo adquirir, de vez en cuando, algún boleto de lotería. Estaba convencida de que iba a llegar ese tiempo en que todo cambiara, que diera una vuelta a su vulgar situación y tan solo esperaba.
Y mientras esperaba, para conjurar el aburrimiento de la espera, compraba pequeños momentos de felicidad, viajes, reuniones con amigos, algún que otro amor, caprichos que con el tiempo, quitando alguna que otra huella más duradera, quedaban en recuerdos de humo.
Así pasaba su existencia, convencionalmente, sin arriesgar, entretejiendo la ausencia de experiencias importantes que contar. Más tarde, con el tiempo escondiéndose en los pliegues de la piel, empezó a plantearse si esas esperas iban a dar frutos alguna vez. Si estaba valiendo la pena esperar tanto, si alguna vez llegaría. Pero pronto su convencimiento de que así sería lograba aplacar las dudas.
Y ahora, en el límite del recuerdo de cómo surgió aquella idea, contempla la interminable cola, en la que cada vez queda menos gente por delante y crece por detrás. No entiende la impaciencia de los que la abandonan y se apena por ellos. No les llegará el momento.
Su determinación es inquebrantable, ha hecho lo que debía hacer, como los demás. Nada de tomar riesgos y apartarse del camino, todos los que aquí están no se pueden haber equivocado.
Nota como la fila avanza, no es una sensación, ya alcanza a ver el cartel de la puerta que está al final del callejón. Dentro de poco lo podrá leer, la ansiedad le provoca el placer de la anticipación. Fuerza la vista y consigue entenderlo: FINAL. El pánico le aborda al comprender el mensaje, se gira a tiempo para ver el estupor de sus ojos de quien le sigue, pero no puede retroceder, el empuje del resto le impide huir . Al final, agotada y derrotada, se acuerda de aquellos que abandonaron la probidad.
Maravilloso escrito como siempre todo lo que escribe Juan. Momento de paz me da cuando lo leo
Muchas gracias Montse, no sabes cuanto me alegra que te produzca esa sensación. Un abrazo