
Entre la niebla4.3 (7)
Camina sin rumbo entre la niebla, tan espesa como su angustiado juicio. Avanza con la mano extendida hasta tocar una pared, en la que busca refugio hasta que se disipe la bruma, tanto la que no le deja ver como la que le impide razonar con claridad.
Apoyado sin convicción, duda si seguir con su equivocada vida. La humedad le empapa sus pensamientos. Sus aciagos secretos afloran salados, recorriendo estrías fijadas en su piel por el tiempo, cansando su atormentada expresión.
Sí, se había equivocado, y no cabía la posibilidad de enmendar lo hecho, no le importa dejar el lugar, es demasiado joven para haber expandido raíces, pero no es ese el motivo de su tormento, sino el acto cometido.
Nunca debió aceptar aquella tarea consciente de las consecuencias posibles. Pero el premio era muy alto y, en principio, el riesgo bajo. El diablo juega con los espejismos de la codicia, y se suele caer en la tentación.
Sus ojos apagándose se le aparecen intermitentemente mientras trata de encontrar el porqué de lo consumado. Destellos de recuerdos que atraviesan su mente como estrellas fugaces que iluminan un instante el pensamiento para volver a desaparecer en la oscuridad del olvido.
La niebla, así como su dolor, no mengua, evitando encontrar una boya a la que aferrarse para evitar naufragar.
Los oídos saturados de rumores de culpabilidad, no le dejan escuchar sus justificaciones, tampoco las creería. El peso del arrepentimiento hunde su escasa voluntad, emborronando su razón. La conciencia castiga su cerebro, agujeros de memoria borran el tiempo disfrutado antes de lo ocurrido.
Pendulan en su menguado entender el tratar de recordar u olvidar para siempre. No lo soporta, no puede haber otra opción.
Sigue palpando la pared hasta encontrar su coche, sube, lo pone en marcha y se deja ir, ciego de lágrimas, entre la niebla.