
El arroyo4 (8)
Sale de la maleza con el cuerpo trazado de arañazos y se topa con el arroyo que buscaba. Complacido por el hallazgo se acerca para lavarse las heridas, pisa mal y termina dentro del agua con gran estruendo y la dignidad confundida. Mira avergonzado alrededor y no ve a nadie, se siente como el árbol que cae en silencio para el mundo en lo más profundo del bosque.
El dolor aflora como lo hizo hace un rato la sangre entre los matorrales. Comprueba de nuevo que está solo y se desprende de las ropas mojadas. Se sienta a esperar que se sequen la vestimenta y el orgullo.
Observa como transcurre el agua por el arroyo, siempre con las mismas ondas delatando la forma del fondo, las mismas cascadas salvando los desniveles, los colores de los remansos y los rápidos. Los mismos pero distintos, cambian de lugar, de color, de altura, pero no dejan de ser parte del caudal, unas veces más crecido y otras casi extenuado, pero caudal al fin y al cabo.
Una miríada de gotas que recorre un trayecto, dejando la huella de su paso, y que no volverán a transitar, para terminar en el mismo lugar, una y otra vez.
Fluye el agua ininterrumpidamente,
moldeando la piedra sin desfallecer,
limpiando el camino de estorbos,
buscando su comodidad en el recorrido,
pero el agua que disfruta la mejora,
no es el agua que la procura,
y sin embargo son lo mismo.
Trabaja para llegar antes,
y cuando empieza, ya ha llegado.
El murmullo del agua jugando con las dificultades de su recorrido va aflojando sus intenciones. Cuando empezó el sendero se había marcado un horario para volver, pero hace rato que se salió de la senda buscando nuevas opciones y olvidó su plan.
―No tengo prisa, tengo todo el tiempo .― se dice mientras se recuesta.
―No ―le contesta el río― el tiempo es quien te tiene a ti.
Muy interesantes los relatos y muy contenta de haberme topado con este blog 😊
Muchas gracias. Bienvenida y espero que lo disfrutes.