Desfase4.6 (5)

Desfase
4.6 (5)

30 de junio de 2020 0 Por Juan Aguilar
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Acabado el tiempo de confinamiento, entrando en el “desfase”, en ese oxímoron en boga llamado “nueva normalidad”, hemos podido observar como los viejos hábitos no han desaparecido, sino aumentado. Atrás han quedado aquellas noticias tan bien recibidas como la limpieza del aire en las ciudades, la recuperación de la confianza de la vida no domesticada…

Nada más abrir las puertas la gente se ha volcado hacia la naturaleza, con la intención de disfrutarla, lástima que el concepto de disfrute sea el de abusar del medio natural, trasladando las mismas costumbres urbanas a un entorno frágil al mismo tiempo que estable, siempre que no se vea afectado por la irrupción de masas de irrespetuosos e ignorantes de lo que significa la biodiversidad.

En la Sierra hemos recibido un maremoto de “pisaflores”, Vándalos, que como hordas de Hunos han invadido los espacios sin control alguno de las administraciones, que tan solo han mirado hacia otro lado, dejando que la gente entretenga su mirada hacia otro punto que no sea el que les incomoda, como una sanidad pública anémica y otros servicios desaparecidos por malarte de magia.

Se han abierto los accesos sin restricciones, ni supervisión, desbordando la capacidad de absorción de territorios, muchos de ellos protegidos, un auténtico desfase. Hay que recordar, una vez más, que un espacio protegido lo es por un motivo, la preservación de un entorno con un especial valor, aunque todos los espacios lo tienen. Ese valor no es monetario, es simplemente algo que es valioso por sí. Se sigue con la mentalidad de propiedad sobre algo, si lo pagas lo puedes disfrutar, parafraseando aquella funesta expresión: “La maté porque era mía”.

Pues hay que desengañar a los creídos de estas convicciones, la naturaleza NO tiene dueño, un espacio protegido NO es un parque temático, y la administración, ese entramado de burocracia e intereses, envuelta en una entelequia de servicios para el ciudadano, está incurriendo en un abandono de responsabilidades. Por ello apelo a la conciencia de los ciudadanos para que su acercamiento al medio natural sea con respeto y prudencia, que dejen a Othar en casa, que para eso ya tienen la ciudad.

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