
Desdeñado5 (6)
Sale del metro amilanado, sintiéndose culpable, con la sensación de estar siendo desdeñado. Viste apagado, con colores marchitos por el uso, sin atractivo, como una rosa olvidada de sus mejores tiempos. Trata de pasar desapercibido, pero su apariencia delata su origen.
Imagina a la gente apartándose de su camino, frunciendo la nariz, pensando, seguro, “este no es tu sitio”, no lo pueden disimular. Inclina la mirada en la acera y aprieta el paso. La cocina donde pasará las próximas 10 horas está muy cerca, y desde allí no le verán.
…con colores marchitos por el uso, sin atractivo, como una rosa olvidada de sus mejores tiempos.
Lleva impregnado en su interior el olor del aceite gastado con el que cocina, aderezando los platos con varias especias, para que esas narices no se frunzan. No es alto, ni guapo, ni tiene la tez morena de las últimas vacaciones.
El cabello en deshonrosa retirada, las manos pequeñas con dedos gordos, terminados en uñas agrietadas, que trata de ocultar en los bolsillos. En el bolsillo de la mochila, que hace tiempo perdió el nombre, lleva protegido con un plástico y, si es necesario, su vida, un papel que le permite circular por ese barrio.
Lo que parece un acceso de tos le provoca un ataque de vértigo, lo reprime atragantándose, que también reprime con dolor y el corazón arrugado parapetándose tras unos pulmones jadeantes, provocando alguna lágrima y el rociado de una mascarilla muchas veces lavada. No se puede permitir despertar al pánico, necesita el trabajo. Piensa en los que dependen de ello, alimentando la depresión.
Mira a un vigilante de una vistosa tienda buscando complicidad, viene del mismo lugar, pero tan solo encuentra desprecio. Da gracias por no haber notado su repentina crisis.
…reprime con dolor y el corazón arrugado parapetándose tras unos pulmones jadeantes, provocando alguna lágrima…
Sigue avanzando desdeñado entre abrigos largos de colores otoñales, sin poder ocultar su anorak veteado de pequeños accesos blancos, al borde del colapso. Entra empequeñeciendo en la cocina que le protegerá por unas horas hasta que tenga que salir de nuevo para ir a su hogar, allá en el sur.
La triste realidad.
Eso parece