
De vuelta al camino0 (0)
Probando el cuerpo después de tanto tiempo
Resignado a este clima veraniego, me animado a volver a la montaña y probar la rodilla. Después de una convalecencia demasiado larga, complicada con presentaciones y firmas de mi libro, sí ese del que hablo “de vez en cuando”, Relatos de cocina, me he decidido a comprobar como me funciona la articulación en terreno desigual, con subidas y bajadas. Sobre todo estas, las bajadas, son las que me han amargado las últimas salidas. Este fin de semana no tenía nada programado, por lo que he aprovechado para ir con un amigo, que está algo más cascado que yo, pero que lleva toda la vida en las montañas y todavía tira. José Megías es uno de los que quedan de la vieja guardia, de los que empezaron con cuerdas de cáñamo y botas militares.El día estaba nítido y empezamos a una hora prudente. Todavía con el fresco. Salimos desde casa caminando (tengo la suerte de vivir al pie de la Sierra del Guadarrama, en el pueblo del mismo nombre), en dirección este, hacia el Cerro del Castillo. Me sentía bastante bien, animado, y lo mejor fue volver a sentir el caminar por la montaña. Una ligera brisa nos acompañó al principio, aportando algo de fresco en la ascensión. Encinas y jaras al principio, luego pinos, nos escoltaron en la subida, aportando sombra al esfuerzo. Pasamos por vestigios de la triste guerra civil, por restos de antiguas canteras de granito, miradores sobre Collado Mediano y las dehesas para terminar coronando la meta, casi sobre el pueblo de Navacerrada.El Cerro del Castillo no es un pico alto, no llega a los 1350 metros, pero la panorámica que tiene sobre la Sierra del Guadarrama es impresionante. Es un balcón desde el que se puede contemplar desde La Pedriza hasta Abantos con la Peñota, Siete Picos, Bola del Mundo y la Maliciosa en primer plano, y el Montón de Trigo detrás. La imagen es imponente, la falta de nieve en esta época, deprimente. Pero me quedo con la primera impresión, lo otro queda para el alegato de la semana pasada.Un ligero viento fresco ayudaba a mitigar la presión del sol e invitaba a contemplar la escena. Tras un buen rato deleitándonos, comenzamos el descenso, con mis temores. Fuimos tranquilos, tal vez por eso lo puede soportar bastante bien, aunque con algo de trampa, no me quité la rodillera, que tampoco estoy para demasiados riesgos. La vuelta fue cómoda, ya sin aire que nos refrescara, pero soportable.Por la tarde la rodilla se quejó, pero no le hice demasiado caso, y así hasta ahora. Está claro que no hay que consentir demasiado al cuerpo, si no se afloja, y luego cuesta darle marcha.