
Carnívoro, estás mal visto0 (0)
Costumbres antiguas con nuevos nombres
50 millones de cerdos solo en España; 18% de las emisiones de gases de efecto invernadero; uso del 8% del agua mundial; deforestaciones salvajes para pastos; granjas marinas que enlodan los fondos y contaminan de antibióticos los alrededores… si alguien no se alarma tras estos datos es que tiene poca conciencia medioambiental. Estos son algunos de los ejemplos de lo que está sucediendo en el planeta para satisfacer la demanda creciente de alimentos de origen animal.
Cuando se va a la carnicería o la pescadería es difícil ser consciente del impacto producido para poder ofrecer su mercancía. Antes de seguir: no quiero hacer un alegato en contra del consumo de proteína animal, nada más lejos de mi intención, esto va por otro camino. Si sigues lo comprobarás.
Mi intención es poner el acento en las cantidades de consumo de carnes y pescados, de cualquier tipo. Y no hablo solo de la salud personal, que también, sino de la salud del planeta.
Antiguamente, no hace mucho, la dieta estaba basada en su mayoría en vegetales; de vez en cuando se tenía la posibilidad de añadir algo de carne o pescado, la mayoría de las veces como celebración o un simple homenaje personal. Por supuesto hay que descontar a los que vivían del mar y algunos del campo.
Pues bien, esta dieta basada en lo vegetal y de vez en cuando acompañada por algo animal ahora tiene nombre: flexitarianismo. En realidad la palabra no es nueva, ya se hablaba de ello el siglo pasado (casi al final). El término se las trae, aunque el significado sí que es para pensar. Un flexitariano es alguien que sigue una dieta vegetariana y ocasionalmente ingiere alimentos de origen animal. ¡Como los abuelos!
Me parece una dieta muy sensata, probablemente terminemos adoptándola todos, si queremos reducir el impacto en el medio ambiente provocado por la ganadería e incluso mejorar nuestra salud pero, ¿hacía falta ponerle un nombre tan raro? ¿no provoca más rechazo que atracción?
Yo cada vez estoy más por ello, pero me produce cierta desazón comentar que quiero ser flexitariano. Se me quedan mirando raro, como si quisiera entrar en una secta de new age, y hay que explicarlo, por si acaso.
Siento dar la brasa (¿brasas? Ummm… unos chorizos… ¡que no!) con estas reflexiones. La próxima vez intentaré publicar tan solo un relato.
De momento aporto una receta para ir abriendo boca.
¡Provecho!
HUMMUS
Ingredientes: Garbanzos cocidos, aceite de oliva, zumo de limón, tahín, tahína o pasta de sésamo, ajo, comino en polvo, pimentón de La Vera agridulce y sal.
Elaboración: La base principal de este aperitivo untable (o dip) son los garbanzos. Aunque se podrían preparar sobre la marcha, recomiendo utilizar los de bote: se evita el trabajo y los resultados son muy buenos.
Ya con los garbanzos cocidos y escurridos, ponerlos en un vaso de batidora con el diente de ajo pelado, el zumo de medio limón, una cucharada de tahína o pasta de sésamo (acompaño cómo hacerlo), media cucharadita de comino en polvo y un toque de sal. Batirlo todo hasta conseguir una textura de puré; a mi me gusta que quede un poco tosca, no demasiado fina.
Para presentar, recomiendo hacerlo en bol. Rociar con un chorrito de aceite y espolvorear con pimentón agridulce de La Vera; decorar con unas hojas de hierbabuena.
Se puede comer untado en pan de pita, tortitas de maíz, verduras crudas cortadas en tiras como zanahorias, pimientos, apio o barquillas de lechuga, endivias… es cuestión de imaginación.
Muchas veces me he encontrado con el dilema de haber comprado la tahína elaborada, solo utilizar un par de cucharadas para el hummus y luego ver el tarro languidecer en la nevera. La tahína también se puede utilizar en otras recetas pero normalmente termina caducando. También pasa algo parecido con el aceite de sésamo elaborado, que aguanta más pero acostumbra a terminar arrinconado en algún lugar de la alacena.
Por ello, desde hace tiempo, lo que hago es preparar un poco de pasta de sésamo, que le da un sabor al hummus equivalente a la tahína.
PASTA DE SÉSAMO
Ingredientes: Semillas de sésamo, también llamado ajonjolí, aceite de oliva virgen y sal en escamas.
Elaboración: Lo primero que hay que hacer es tostar el sésamo. Si se consigue tostado, se puede saltar este paso, pero recomiendo usar semillas sin tostar. Poner un par de cucharadas en una sartén limpia de cualquier resto de grasa. Esto es muy importante para que no se impregne de otros aromas. Tostar unos 10 minutos.
Retirar las semillas y colocarlas en un mortero, añadir un pellizco de sal en escama y majar. Cuando empiece a formarse una pasta, ir añadiendo el aceite poco a poco, hasta conseguir una crema. También se puede hacer en batidora. Así de fácil.
Esta pasta puede aguantar hasta 3 meses en la nevera, por si se quiere elaborar más cantidad.