
Ausente5 (6)
Parecía ausente, perdido, como una mota en un fotograma. Había sido su recorrido habitual durante mucho tiempo. Todavía podía recordar aquel primer día en el que titubeante, llegó temprano dudando de los horarios que había conseguido en la taquilla, entonces en papel. Esperó sin atreverse a hablar con nadie, aumentando la incertidumbre por la falta de arrojo. Hasta que la necesidad por fin le empujó a preguntar y, tras una respuesta confirmando la fiabilidad de los horarios, le dejó al borde de la lasitud, vaciándole de preocupaciones.
Hacía años que las salidas no se imprimían, había que llegar a la estación ya sabidos, pero él ya era un veterano, no los necesitaba, y con añoranza amable ayudaba a otros que estaban pasando aquel trance.
Casi medio siglo en este tren compartiendo un trayecto con gente anónima pero que ya le resultaba familiar a fuerza de repetirse, arrastrando en común la somnolencia del madrugón, acusando el cansancio con cada día de la semana, cada vez más estrecho según avanzaba el trayecto. Conviviendo una hora de ida y otra de vuelta, con personas que como único contacto era el saludo con un gesto, cuando no algo levemente mascullado.
Como cualquier otro día, siguiendo su acostumbrada rutina, se ha subido a ese tren, en la misma estación, a la misma hora, con la expectativa de recorrer el mismo recorrido. A su alrededor reconoce muchas de las caras de siempre, sin embargo hoy se siente distinto.
Es su primer día sin obligaciones y de momento, por muy esperado que ha sido, no sabe cómo afrontarlo.
Una sensación de desapego no deseado le va inundando según avanza ausente y sin propósito. Sigue extrañado el transcurrir del paisaje, con la vista alta, intuyendo en la oscuridad imágenes donde antes solo hubo vacío.
Repentinamente se levanta y se prepara para bajarse en la siguiente parada, nota algunas miradas de reproche y siente aquella sensación de vacuidad del primer día, no después de preguntar, sino de haberse contestado.