Aplausos, gracias y un deseo4.6 (9)

Aplausos, gracias y un deseo
4.6 (9)

30 de marzo de 2020 8 Por Juan Aguilar
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Sí, aplausos, gracias y un deseo. Aplausos y gracias a todos aquellos que se están batiendo el cobre para aliviar el dolor y curar la enfermedad. A los que trabajan en los grandes hospitales, en los más pequeños, en los centros de atención y en los pueblos, en las residencias de mayores. Médicos, enfermeras y enfermeros, farmacéuticos, celadores, auxiliares, los de las ambulancias y helicópteros, equipos de limpieza. Mantenimiento, a los que reponen las botellas de gas, los que confeccionan los equipos de protección, lavanderías. Investigadores, personal de laboratorio en general y otros que en este momento, por desconocimiento, no me aparecen entre las palabras.

Aplausos y gracias a los y las del mundo agropecuario, con especial cariño a los pequeños, procesadoras de los alimentos, transportistas, almacenistas, reponedores, vendedores, cajeros y otros del sector de la alimentación y distribución. A los panaderos.

Aplausos y gracias a los del sector del transporte, de trenes, autobuses, taxis y otros, conductores, pilotos, tripulación, mecánicos, limpieza, mantenimiento. No me quiero olvidar a la gente de las gasolineras y carburantes en general. ¡Ah! Y a los profesionales de las telecomunicaciones, que trabajan duro para que unos puedan teletrabajar y todos comunicarnos.

Aplausos y gracias al personal de los bancos, sí, también. A la gente que mantiene y hace posible que nos podamos calentar y ver. A la gente de la tele, la radio y la prensa, la que informa y entretiene de verdad. A los educadores, que han tenido que reinventarse para poder seguir con el curso.

Aplausos y gracias a los funcionarios de la administración, que siguen al otro lado del teléfono, a los basureros, barrenderos, jardineros y carteros, que permanecen en sus puestos. A los religiosos y asociaciones que organizan grupos de apoyo a los que más lo necesitan. A los que recogen y atienden a la gente sin techo.

Aplausos y gracias… A los que recogen y atienden a la gente sin techo.

Aplausos y gracias a la gente que ha sabido cambiar la orientación de su negocio y se ha arriesgado a producir para ayudar en esta crisis, y a los que intentan mantener sus empresas sin despedir a sus empleados. A aquellas personas que han donado dinero, productos, tiempo, lo que sea, pero han hecho y hacen un esfuerzo.

Aplausos y gracias a los que ayudan con la seguridad para darnos cierta sensación de confianza de que la situación está controlada, policía, todas, bomberos, agentes de seguridad privada, protección civil, militares, y hasta los gobernantes, sí, de momento también, ya habrá tiempo de reclamar, aunque de momento sí les pido que atinen, que no den bandazos, que trasmitan calma y seguridadTambién a la judicatura de guardia y a los del turno de oficio.

Un gran aplauso y muchas gracias a todos aquellos que cada día a las 8 de la tarde aplauden al aire para que les lleguen ánimos a todos los que he mencionado. A los que amenizan el tedio de sus vecinos, a los que me puedo haber olvidado, que pido perdón, y a nosotros mismos, que confinados nos surge la necesidad de sentir la pertenencia al grupo. Estando de acuerdo o no con la medida, siendo conscientes del recorte de libertades, pero cumpliendo.

Y un deseo, a aquellos que se toman el encierro de coña, e insolidariamente propagan la enfermedad con su inconsciencia. A los que difunden el odio y la mentira en las redes, sembrando la duda, la angustia y el pánico, a la prensa atávica, ultramontana y sensacionalista que ayuda en esa difusión. A los políticos que no proponen más que enfrentamiento y viven enfadados en el juicio y el insulto, o exigiendo aquello que quitaron.

A los que difunden el odio y la mentira en las redes, sembrando la duda, la angustia y el pánico

A los agoreros del apocalipsis, a los expertos sobrevenidos que comentan sin saber, a los que se enfundan en las mallas del capitán a posteriori. A aquellos que aprovechan la necesidad para sacar partido o estafar, acaparando, subiendo precios, vendiendo milagros. A todos esos, el deseo de que reflexionen, y se puedan dar cuenta del daño que hacen. Y si aun así no se percatan, por lo menos que se queden en casa o desaparezcan, por no pedir otra cosa.

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