Ángel caído4.8 (8)
Hasta hace poco sobrevolaba con cierto orgullo los muchos casos que surgían a mi alrededor, ahora me siento como un ángel caído. Sí, me he contagiado y estoy en cuarentena. Casi podría haber puesto mi nombre al principio de esta confesión y hubiera sonado a grupo de apoyo de adicciones. Pero volviendo al tema, sentía cierto rechazo y sospecha de imprudencia sobre los que sucumbían. Hoy soy uno de ellos.
Las sensaciones son muy normales, fiebre, aturdimiento, cierta enajenación, que bien podrían ser las mismas de un enamoramiento, pero si añado la de dolor de cabeza y malestar general se deshincha la posibilidad.
Las horas pasan sin prisa, sumergido en varias dicotomías, tengo ganas de comer algo pero no me apetece nada, y menos ponerme a prepararlo. Alguien me aconseja aprovechar el tiempo y poner al día temas postergados, pero no me animo a empezar. Lo que sí le doy vueltas es a cómo me pude infectar.
No dejo de pensar en alguien que no puso medios a pesar de ser muchos, con la excusa de estar en exteriores, con una exposición de conjuras dudosas y argumentaciones acaloradas. En ese momento pensé que cuando uno grita es que se oye poco. Es de esos que al principio, por educación, se le dedica tiempo para luego ser consciente de haberlo perdido tontamente. Y si no eres precavido, por no decir algo listo, en un momento te pueden liar. Me recuerda a La Cizaña de Astérix.
Superado el momento de la búsqueda de culpables, de momento, me he propuesto seguir ese consejo de ordenar esas cajas arrinconadas llenas de fotos, escritos y otros objetos almacenados, con la esperanza de poner armonía en tanto acopio. Y encontrar aquello que tantas veces recuerdo cuando estoy lejos y olvido cuando puedo hacerlo. Por lo que con los ojos de encontrar cosas me pongo a ello.
No tardo mucho en perder el impulso, acordarme del imbécil de las conspiraciones y volver a sentirme como un ángel caído.
