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4 escritores que me han influido (I)
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23 de octubre de 2018 0 Por Juan Aguilar
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Boris Vian y Ernest Hemingway

Probablemente, por lo menos en mi caso, lo que marca la diferencia para que un escritor nos influya es el contenido de su relato, independientemente de su estilo, su rebeldía ortográfica, género literario u otras razones. Incluso, en ocasiones, es una sola obra la que consigue esa influencia, trascendiendo a su autor

 Hay obras que nos cambian la vida, que estimulan la capacidad crítica y nos plantean dudas, y lo más importante, crean la necesidad de despejarlas.

Muchos autores me han ayudado a conformar mi visión de la realidad, la mía, pero me he propuesto la difícil tarea de seleccionar a cuatro. No pretendo desarrollar una crítica sobre su obra, no me siento capaz, incluso evito juzgar en general, ni una descripción biográfica, ya hay suficientes, sino exponer de donde he bebido y, de algunos, sigo bebiendo.

Quiero empezar por el imprevisible y polifacético Boris Vian (1920-1959). Escritor, traductor, periodista, dramaturgo, actor y músico (lo de ingeniero no viene al caso) Le gustaba disfrazarse con diferentes pieles, como las de Vernon Sullivan, Bison Ravi , Butagaz Gérard Dunoyer o Jules Dupont, para sus diferentes facetas. Irreverente, burlón, incómodo, tradujo a sus obras su visión particular del mundo, tocando dispares géneros literarios, desarrollando una irónica capacidad imaginativa, su parte más atractiva, irreverente, crítica y estimulante, para mi. Desde la novela negra, como la polémica Escupiré sobre vuestras tumbas, hasta el absurdo de La espuma de los días o la genialidad de El lobo-hombre, compendio de relatos imaginativos, que no dejarán indiferente a quién lo lea. Tocó la poesía recogida en Poesía completa, y la música, incluso escribió algunas óperas como El Caballero de la nieves.

Aunque convivió con el existencialismo, nunca se identificó, más bien lo ridiculizó, igual que el resto de las corrientes de su época. Muestra de ello fue su “militancia” en el Colegio de Patafísica. Hizo todo lo posible para no ser encasillado, y creo que lo consiguió.

En el Bois des Fausses-Reposes, al pie de la costa de Picardía, vivía un muy agraciado lobo adulto de negro pelaje y grandes ojos rojos. Se llamaba Denis, y su distracción favorita consistía en contemplar cómo se ponían a todo gas los coches procedentes de Ville-d’Avray, para acometer la lustrosa pendiente sobre la que un aguacero extiende, de vez en cuando, el oliváceo reflejo de los árboles majestuosos. También le gustaba, en las tardes de estío, merodear por las espesuras para sorprender a los impacientes enamorados en su lucha con el enredo de las cintas elásticas que, desgraciadamente, complican en la actualidad lo esencial de la lencería. Consideraba con filosofía el resultado de tales afanes, en ocasiones coronados por el éxito, y, meneando la cabeza, se alejaba púdicamente cuando ocurría que una víctima complaciente era pasada, como suele decirse, por la piedra.”

Le Loup-garou, Boris Vian (1920-1959)



Otro de los escritores que más me han influenciado es Ernest Hemingway (1899-1961). Escritor y periodista, sobrio cronista de su época. Aventurero obstinado, noveló sus propias experiencias con una descriptiva limpia y cuidada, y una gran carga emotiva, sin barroquismos. Su escritura es directa, llana y descargada de lo superfluo. Participó en la Primera Gran Guerra, como conductor de ambulancia, donde fue herido. De su relación con la enfermara que le cuidó, nació Adiós a las armas. También intervino en la Guerra Civil Española, como corresponsal. De su experiencia en esta guerra surge Por quién doblan las campanas.

Ya en la Segunda Gran Guerra, también como corresponsal, estuvo presente en algunos de los hitos de esta contienda, como el desembarco de Normandía o la liberación de París.

Tras la publicación de su libro más famoso, El viejo y el mar, recibió el Nobel de literatura. Tal vez su calidad literaria no era suficiente para ser merecedor del premio, incluso las “malas lenguas” hablan de presiones, pagos de favores o rencillas personales. Pero los designios del Comité Nobel son inescrutables.

Su muerte fue tan abrupta como su vida.

El viejo era flaco y desgarbado, con arrugas profundas en la pare posterior del cuello. Las pardas manchas del benigno cáncer de la piel que el sol produce con sus reflejos en el mar tropical estaba en sus mejillas, éstas pecas corrían por los lados de su cara hasta bastante abajo y sus manos tenían las hondas cicatrices que causa la manipulación de la cuerdas cuando sujetan a los peces. Pero ninguna de estas cicatrices era reciente. Eran tan viejas como las erosiones de un árido desierto.

Todo en él era viejo; salvo sus ojos; y éstos tenían el color mismo del mar y eran alegres e invictos”

El Viejo y el Mar, Ernest Hemingway 1952