VIDA INESTABLE5 (5)
Siempre llevó una vida inestable, aunque él no era consciente. Parecía que el compromiso y el equilibrio le pudieran producir urticaria o algo peor. En su ánimo no estaba la ponderación, más bien todo lo contrario, el exceso vestía cada acto. Siempre tenía que llamar la atención, como el acomplejado rayo que necesita del escándalo para superar su irrelevante fugacidad.
Su vida siempre fue una carrera hacia adelante, sin enterarse de lo que acontecía a su lado. Transcurría ausente de aquellos hechos que motivaban la deserción de algunos compañeros de travesía, que se iban apeando en una vida más prudente unos y otros que no consiguieron llegar.
Yo fui uno de ellos; coincidimos en un momento de mi existencia bastante desordenada. Un período irreflexivo en el que procuraba mantenerme entregado a la superficialidad. para evitar resquicios en la mente por los que el juicio pudiera entrar, y llenar algún hueco ocioso. Fuimos íntimos, aunque sin llegar a tener confidencias.
Todo era divertido, sin más. Si estabas mal, esperabas a mejorar al día siguiente, y si no, pues a empalmar. Que la vida era un par de días y no te ibas a amargar. Ya el mundo estaba lleno de tristes, con existencias apagadas, y nosotros éramos inmortales, llegados para disfrutar.
Pero llegó un día en el que ocurrió un suceso que me obligó a parar, aunque fuera un instante, y reflexionar. Fue cuando le vi pasar a mi lado corriendo alocadamente. Por mucho que le grité, no prestó atención y siguió en su competición contra la moderación, en su viaje infantil.
Y así acabó con su vida inestable sin dejar más trascendencia que algunos recuerdos. Recuerdos que han quedado en una confusa niebla que trato de olvidar.
De todo aquello aprendí que todo tiene su momento y que estirarlo no merece la pena, que lo mejor no va a ocurrir cuando ya te hayas ido.
