Suicida5 (5)

Suicida
5 (5)

21/05/2024 0 Por Juan Aguilar
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    El suicida camina hacia el bar para darse ánimos, está lleno y todos saben quién es y lo que pretende. Nadie intentará evitarlo. Antes de pronunciar una palabra el camarero ya le está sirviendo una copa de coñac, él se lo agradece con un gesto de la cabeza, que el camarero le devuelve. Trata de pagar pero alguien se adelanta. Él se lo agradece con una sonrisa desdibujada. Muchos le miran de reojo y comentan susurrando sobre su intención.

    Los que le conocían le consideraban una persona normal, incluso simpático y desprendido. Su vida transcurría como la de cualquier joven en una ciudad pequeña. Sin embargo un día cambió. No se supo nunca el motivo, unos hablaban de la perdida del empleo, otros de una decepción amorosa. Lo cierto es que mudó de carácter después de la visita de un tío lejano de triste presencia, que para horror de todos, unos días después hallaron muerto debajo del puente.

    Tal vez lo de la novia y el trabajo fueran consecuencia de aquella visita. Nunca contó qué pasó, de hecho prácticamente dejó de hablar. Lo que sí se supo, por el cajero de la sucursal bancaria, que recibió una fuerte herencia después del fallecimiento de su tío.

    Al principio, cuando un arrebato de tristeza le llevó a comentar la intención de acabar con su vida, sus amigos y vecinos se volcaron en tratar de arrebatarle semejante idea de la cabeza. Era como el batir de las olas contra el espigón, tan solo ruido y esfuerzo pero sin respuesta, y su empeño.

    El vecindario estaba muy preocupado, sobre todo su círculo. Algunos siguen empeñados en averiguar el origen de ese tormento, la mayoría ya se rindieron. Está claro que hace tiempo que algo le pasó, se ha hablado mucho de ello pero nadie tiene la certeza de qué fue, ya ni siquiera él.

    La gente muestra compasión ante este drama por el que pasa, incluso hay quien llega a pensar que “quizá no sea morir negocio tan malo” como pensaría Rafael Barrett en aquel Paraguay incierto.

    Sale del bar y se encamina hacia el puente. Es una tarde de sábado de color inseguro, tal vez tirando a gris, y el camino largo. El suicida avanza sin prisa por la calle, algún curioso le sigue con la mirada hasta que le pierde. Llega al puente con la idea firme de saltar. Se apoya en el pretil y escudriña su destino. Sí, es suficientemente alto, aunque eso ya lo sabía. Se sube y mira hacia abajo rogando que el vértigo le empuje.

     Pero una vez más no reúne el coraje para cumplir su empeño. Se baja y vuelve a su casa con la cabeza baja. Pasa por el bar y una vez más se percibe un gran alivio.

    Ya es tarde y los vecinos siguen en el bar comentando el último partido, hablando del cambio del tiempo, de cualquier tema que no genere demasiada controversia y permita alzar la voz y sentar sentencia. Él, sentado en su cama con la mirada perdida y turbia, se promete que el próximo sábado saltará.

#Escaparate