Solo4.9 (7)
Se sienta delante del televisor, solo, con su cena precocinada, diferente a la del resto del año como debe ser en Navidad. Ya ha empezado la programación especial de la tele, elaborada para entretener a familias que quieren tener una noche de tranquilidad, sin entrar en profundidades, o para los que no saben cómo compartir su tiempo. Para los que no han podido salir, o simplemente no han querido. Para los que no pueden disfrutar de una noche en compañía de otros, o simplemente no quieren compartir su espacio.
Un programa cómico, con los mismos gags de siempre pero disfrazados para parecer otros. Sigue con su cena y llega el siguiente programa, el principal, con cantantes, famosos, y otros difíciles de definir, brindando por unas felices Navidades. Él se siente integrado y brinda con ellos, aunque sabe que ese programa ya se grabó, como su comida, hace tiempo pero la ilusión lo perdona todo.
Poco a poco se empieza a sentir somnoliento, mezcla de aburrimiento y sidra, y las imágenes de una familia que ya no está, se mezclarán con los personajes de la pequeña pantalla. Es el momento de la melancolía de tiempos pasados, de la nostalgia de compañía, de la tristeza por lo perdido. Por un momento la tentación de ir a por los álbumes de fotos le envuelve, pero lo evita, sabe que los recuerdos le traerán el dolor.
No quiere pensar, ya le ha costado lágrimas en otras ocasiones. Hoy no. Además en una semana hay otro programa especial, el de Nochevieja, que es más entretenido y dura bastante, lo suficiente como para quedarse dormido sin notarlo. Por un momento piensa en las uvas, se levanta para comprobar que las compró. Efectivamente, en uno de los armarios de la cocina está la lata con doce uvas, sin piel ni pepitas, una botella de sidra, y otra lata de aceitunas. En la nevera la comida especial para esa noche.
Todo está correcto, ya solo le queda dejarse llevar por las imágenes en el televisor, acabar la botella de sidra y esperar a superar otro día solo.
