
Restaurantes5 (3)
Solemos ir a restaurantes, bares o cualquiera de sus modalidades, y en principio, si la apariencia es medianamente aceptable, confiamos en que todo está bien. Damos por seguro que guardan las más elementales normas de higiene, y que una entidad oficial habrá dado su visto bueno.
Nos fijamos en la decoración, en la distribución, la limpieza del suelo, de las mesas en busca de pequeños restos de clientes anteriores, y todo aquello que las cubre, pidiendo que nos los cambien si no estamos conformes. Hasta buscamos posible polvo acumulado en los rincones o telarañas en las esquinas del techo. Que a algunos incluso les hace gracia, por eso de la rusticidad, como si la mugre imprimiera una capa de autenticidad. La mugre es eso, mugre.
En cuanto a la bebida presumimos que todo estará bien, total es solo abrir una botella de algún productor que seguramente tendrá unos controles de calidad…Vale, aceptémoslo ¿Y los vasos? ¿El agua en sus formas líquida y sólida? ¿Las manos del camarero o camarera?
Sin embargo se tiene asumido que la mayoría de los locales donde comemos y bebemos tienen su principal lugar de elaboración, quitando escasos establecimientos, oculto. Hasta en el bar más pequeño tiene un apartado para la cocina, donde se preparan los alimentos. Es aquí donde hacemos un autentico acto de fe.
No deja de ser algo sospechoso que aquello que nos metemos por la boca y entra en nuestro organismo se prepare en un lugar escondido a nuestra vista. Presuponemos un lugar limpio y desinfectado, con paredes blancas y bien iluminado, amplio con una gran campana extractora y un ambiente de trabajo, aunque agitado, con buen rollo. Porque esperamos que nuestra comida se haga con cariño y dedicación, y sobre todo conocimiento y limpieza.
Pero te has preguntado en cuántos restaurantes has podido ver, o siguiera vislumbrar, cómo preparan tu comida. Si la visión idílica del cocinero bonachón y entrado en carnes, o del atlético creativo culinario, o de la señora con apariencia maternal e impecable delantal con los laterales fruncidos, corresponde con la realidad.
No pretendo quitar las ganas de ir a restaurantes, pero si acabar con la inocencia.
Me identifico totalmente con tus inquietudes e incertidumbres sobre esos aspectos de los bares y restaurantes (como dato anecdótico, te confieso que escribo estas líneas desde la mesa de uno de ellos).
Al final, llego a la conclusión de que «el único lugar del que puedo estar seguro al 100% es mi propia casa… puedo sospechar de que a ti te ocurre lo mismo.
Juan, como siempre, disfruté con la lectura de tus reflexiones.
Gracias y un saludo.
Gracias Juan Antonio, realmente me siento seguro en muchos sitios, en mi casa uno de ellos, pero tengo conocimiento de lo que hablo, vengo del mundo de la hotelería (que distingo del de hostelería, como se puede comprender) y una de las máximas es la limpieza.
Imagino que más de una vez, a mí me ha pasado con frecuencia por deformación profesional, cuando se abre esa puerta entre lo «aparente» y lo «oculto», tiendes a mirar más allá y pueden asaltarte las dudas sobre si seguir comiendo o no.
También tengo que romper una lanza por los muchísimos negocios de hostelería que sí cumplen con las normas de higiene, pero ya sabes que el mal hacer de pocos mancha el conjunto.
Gracias por tu comentario, un abrazo